Se terminó. Un fenómeno cultural que nos acompaño durante diez años de nuestras vidas y que se despide hasta siempre dejando los mejores recuerdos de nuestra infancia. Harry Potter, el niño que vivió y vivirá por siempre en nuestros corazones.
Una década después Harry (Daniel Radcliffe) y sus amigos, Hermione (Emma Watson) y Ron (Rupert Grint), se han convertido en poderosos y adultos magos, a la vez que en grandes actores. Tan sólo unas pocas tomas para recordarnos lo pequeños que eran cuando todo comenzó. Un reparto extraordinario de actores británicos que han dado vida a todos y a cada uno de los personajes que componen la historia. No una, sino dos películas hicieron falta para adaptar el último libro de la saga a la gran pantalla, convirtiéndose así, en la franquicia de películas más larga de la historia del cine.
Todo comenzó en 2001, cuando el joven mago de 11 años tuvo su primera película de la mano del director Christopher Columbus, quien dio vida por primera vez al fantástico mundo creado por J. K. Rowling. Luego, el productor David Heyman eligió a Alfonso Cuaron y a Mike Newell, quienes llevaron adelante las películas tres y cuatro, respectivamente. Y finalmente, David Yates que continúo hasta el final dando vida desde la quinta hasta la octava películas de la saga. Al igual que el guionista Steve Kloves, que por más de una década estuvo adaptando losguiones, tratando de mantenerse fiel a los libros, a la vez que otorgándole la dinámica que todo guión cinematográfico merece.
Por supuesto, las Reliquias de la Muerte- parte II, es acerca del enfrentamiento final entre Harry y Voldemort, el último encuentro entre el bien y el mal, el clímax de la historia que se ha estado construyendo desde el principio. Esta segunda parte retoma justo donde finalizó la anterior, con Voldemort tratando de apoderarse de la varita de saúco, una de las reliquias, y Harry, Ron y Hermione en la frenética búsqueda para destruir los cuatro últimos Horcruxes (las partes en que Voldemort dividió su alma). Obligando al duende Griphook a acceder a la bóveda de Bellatrix Lestrange, en el Banco de Gringotts, donde uno de los Horcruxes podría estar escondido.
Lo que sigue es una gran conversión de Hermione en Bellatrix (en una gran actuación de Helena Bonham Carter), pero además una gran secuencia del recorrido dentro del banco que nos recuerda a una montaña rusa. El gran escape en dragón, deja de manifiesto el despliegue visual de efectos utilizados.
Rápidamente nos trasladamos a Hogwarts, ahora bajo el mando de Snape y algunos mortífagos, en donde Harry se reencuentra con algunos de sus compañeros de Gryffindor, que como fieles soldados volverán a reunirse para una última batalla. Entre ellos se encuentra el querido Neville Longbottom, lejos de ser aquél temeroso chico del comienzo de la historia, y Ginny, la novia de Harry, siempre dispuesta a participar, al igual que la extraña Luna Lovegood.
Si bien los alumnos destacan por su fortaleza y entereza, en esta última parte, los adultos cobran el mayor protagonismo. Maggie Smith, que da vida a la maravillosa profesora McGonagall, toma las riendas en esta campaña final, ayudando a crear un escudo alrededor de Hogwarts, que demorará al ejército de Voldemort, que aguarda en las cercanías de la escuela, atentos a la señal de su amo para atacar. El tiempo desempeña un papel crucial en el desarrollo de la historia, a medida que los preparativos se apresuran para la batalla final. Algunas rememoraciones del pasado, como en el caso del pasado de Snape, en el que nos revela la relación que éste tenía con la madre de Harry y con Dumbledore. Cabe destacar que tanto Ralph Fiennes (Voldemort) como Alan Rickman (Severus Snape), se roban la película con sus actuaciones.
Siempre con el apoyo de Ron y Hermione, pero al final toda la responsabilidad y la presión de la historia recae sobre Harry, y se aprecia en la actuación de Radcliffe, que ha mejorado en cada nuevo filme, él es Harry y siempre lo será. Algunos actores regresaron y tuvieron una breve aparición en esta segunda parte, Gary Oldman, Emma Thompson, Jim Broadbent, Timothy Spall, Miriam Margolyes, Julie Walters.
Con unos leves toques de humor, y con un epílogo que nos lleva unos 19 años después, haciendo una mirada hacia el futuro de estos tres personajes, recordando la inocencia y la curiosidad con la que todo comenzó.
Desde el aspecto técnico podríamos decir que nada fue dejado de lado. El aspecto visual de la película es impecable. Una vez más la cinematografía, a cargo de Eduardo Serra, nos deja boquiabiertos, al igual que muchos de los efectos especiales, y los muy bien logrados efectos de maquillaje, a cargo de Nick Dudman. Y por supuesto, gran parte del mérito se lo lleva el compositor francés Alexandre Desplat, que le suma una importante carga emotiva al filme, incorporando algunos temas originales de John Williams, pero agregando la cuota de drama y emotividad que se merecía.
Con solo dos horas de duración, la película se ve obligada a sacrificar gran parte de información, teniendo en cuenta que las películas son adaptaciones, el énfasis está puesto en las secuencias de acción que vienen acompañadas de un espectacular despliegue de efectos visuales.
La película funciona, nada podrá superar jamás la escala a la que ha sido llevada esta historia, los extraordinarios personajes y el mágico mundo creado. Con el tiempo los efectos especiales se fueron haciendo más especiales, siendo refinados e integrados de tal manera que aportan un realismo único. No hay muchas más razones que dar, sin embargo por algún motivo, para los fans, que hemos crecido leyendo los libros y viendo las películas, cierta tristeza nos invade al pensar que todo ha terminado, y se vuelve imposible no derramar algunas lagrimas a medida que la historia llega a su fin. A pesar de que el filme está bien hecho y se mantiene bastante fiel al libro, no podemos evitar sentir que algo está perdido con lo cual, un leve sentimiento de insatisfacción nos invade, pero que al fin y al cabo desaparece cuando debemos despedirnos hasta siempre de la mágica historia que cambió nuestras vidas.